jueves, 7 de marzo de 2024

Antigua Mazamitla

 

Mazamitla es uno de los muchos pueblos enclavados en espeso bosque de la Sierra del Tigre. Desde su fundación existieron aislados entre sí por falta de caminos y también de los centros urbanos más dinámicos, como Tuxcueca en la ribera del lago de Chapala, o Sayula al sur. 

La abundancia de madera, de vida silvestre, la ganadería, las lluvias constantes durante todo el año y el frío, contribuyeron a hacer de aquel paraíso un espacio desconocido y poco codiciado. Sin embargo, esta clase de fortuna perdió su encanto por el año de mil ochocientos, cuando Martín Toscano y Martín Gil, jefes gavilleros, hicieron aparición. 

Gente  sin principios morales, fugitivos de la ley y criminales de corazón empedernido, urgidos de ocultar su pasado sin dejar su oficio. Estos hombres sentaron sus reales en la región y se adueñaron de la paz principalmente de las familias adineradas.

Estos individuos operaban por los caminos que corren desde Cotija hasta Sayula, por el trazo del Camino Real de Colima. Por ahí entraban y salían las caravanas de carretas jaladas por bueyes. 

Llevaban salitre, quesos y los arreos de quienes se dedicaban al comercio agropecuario y abastecían los pequeños tendajones, cantinas y changarros en los pueblos de Tamazula, Concepción de Buenos Aires y Quitupan.

El lento desplazamiento a que los obligaba la sinuosidad del terreno,los deslaves y lo húmedo del suelo, los hacía presa fácil de aquellos desalmados depredadores. Muchas fueron las veces que aquellos arrieros y comerciantes regresaban a su hogar heridos, o con vidas perdidas que lamentar.

Ante el clamor, las autoridades hicieron esfuerzos en resguardar caminos y puestos. Sin embargo, fue inútil. En la inmensidad de la Sierra del Tigre y las profundas estribaciones del terreno era como buscar una aguja en el pajar.

Finalmente, allá por mil ochocientos cinco, fueron capturados por don Serafín Ceja, caporal de la hacienda La Huaracha.

El gavillero Martín terminó sus días en la ciudad de México y Martín Gil en Guadalajara. Sus andadas, si bien los llevaron al paredón, también les dieron una buena dosis de inmortalidad. Hoy son leyenda, historia y curiosidad de algunos por encontrar la fortuna que robaron y dejaron oculta. Se dice que entre sus posesiones se encontraban lingotes de oro y plata, amén de otras cosas.

Se piensa que su botín está en una cueva en el cerro del Tecolote. Desde hace doscientos años ha habido quien se aventure en su búsqueda, con tan mala fortuna que la ánima en pena de Martín Toscano ronda el lugar, armado hasta los dientes y les hace frente.

Los que lo han visto, dicen que no es un ser del otro mundo, que es de carne y hueso, que viste como Chinaco, y le faltan dientes. Y además, de la cueva salen gritos, quizá de prisioneros que atrapó en sus correrías. Lo cierto es que si él existe, también la cueva y el tesoro.

Fuente: Helia García Pérez

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